Dicen que el ingenio se agudiza en las épocas complicadas. Una de estas épocas fueron los años posteriores a la 2ª Guerra Mundial, donde un hombre tuvo la idea de crear un coche atractivo, pero a la vez que estuviese al alcance de la población
Alemania, año 1949. Han pasado cuatro años desde el fin de la 2ª Guerra Mundial y el país todavía trata de sobreponerse a las duras consecuencias de la contienda. La población que podía aspirar a tener un automóvil sólo podía soñar con un coche pequeño, y muchas veces estos automóviles no podían cumplir con las necesidades de sus propietarios en cuanto a espacio. Ante esta tesitura, en la ciudad de Wuppertal, un ingeniero aeronáutico llamado Herbert Gomolzig tuvo la osadía de usar todos sus conocimientos para crear un aumóvil técnicamente sofisticado, aerodinámico y revolucionario para la época que, además, fuera accesible a la población.
Sobre el automóvil no hay muchas fuentes que nos aporten información, la verdad, aunque todo parece indicar que Gomolzig partíó del chasis de un BMW para el diseño del vehículo, y que también recurrío a un motor de 4 cilindros de la marca alemana para darle vida, presumiblemente el motor de un 319 anterior a la guerra, o similar.
Estéticamente lo que más llama la atención de este vehículo son sus enormes puertas con apertura en alas de gaviota. Pero ahí no queda todo, ya que la parte superior de estas puertas no eran de metal, sino que eran unas lonas que podían enrollarse en el medio, dando así la impresión de estar conduciendo un descapotable.
Al tener el techo de lona, el menor peso de la puerta permitió que el puntal del techo para fijar dichas puertas pudiese ser bastante delgado, lo cual le daba aspecto de fragilidad, todo sea de paso. Además, al no tener los pilares reforzados, suponemos que los componentes de los laterares tendrían que haberse fabricado con materiales bastante resistentes y sólidos para proporcionar estabilidad al conjunto de la carrocería.
Finalmente, el coche nunca llegó a producirse en masa sin que a ciencia cierta podamos saber los motivos; es posible que económicamente no fuera viable, o que su mezcla de diseño extravagente y carrocería estable fuera un impedimento imposible de solventar. Sea como sea, tras varios intentos, en el año 1952 Gomolzig abandonó la idea de producir su modelo en serie y fundó una oficina de ingeniería propia centrada en el mundo de la aviación.
Tan desconocido para mi como impronunciable su nombre, jeje.
ResponderEliminarMe parece una solución ingeniosa el techo de lona combinado con las puertas verticales, al final es como un techo tipo Targa
Tal vez el Gullwing de Mercedes se fijara en este auto.
Un saludo.