Si existe un coche que revolucionó el mercado automovilístico a principio de siglo con un nuevo concepto de movilidad urbana, ese fue sin duda alguna el Smart. ¿Y qué suele ocurrir cuando un vehículo que rompe con lo anteriormente establecido tiene éxito? Pues que otros fabricantes no tardan en comercializar su correspondiente competidor. Solo así se comprende que Toyota comercializase al protagonista de este artículo.
Sin embargo, a pesar de tener buenos ingredientes para cosechar un buen número de unidades vendidas, el Toyota IQ pasó con más pena que gloria por el mercado español, donde estuvo a la venta entre los años 2009 y 2015.
ASÍ ES EL TOYOTA IQ
Evidentemente, lo primero que hay que mencionar del Toyota IQ es su reducido tamaño. Su longitud es de 2,99 metros, mientras que su anchura es de 1,68 metros. Teniendo en cuenta estas cifras, no cabe duda de que hablamos de un coche ultra pequeño pero, curiosamente, el IQ es 29 centímetros más largo y 12 centímetros más ancho que un Smart Fortwo.
Para tratar de llegar a un cliente joven, el IQ mostraba un diseño juvenil, pero no desenfadado (no era tan llamativo como el Smart). El frontal mostraba un aspecto simpático, por así decirlo, con unas ópticas alargadas, entrada de aire pequeña, y pasos de ruedas marcados.
En la vista lateral destacan las ruedas situadas en los extremos del coche con unos voladizos extremadamente cortos. La puerta lateral de gran tamaño ocupa buena parte de la carrocería y los retrovisores exteriores integran las luces intermitentes. La ventanilla trasera presenta una forma ondulada y crea el efecto óptico de unirse con la luneta posterior. T
Atrás las formas son más simples. El paragolpes trasero tiene un generoso tamaño y al igual que sucedía en el frontal deja entrever unos generosos pasos de rueda.
En su interior, lo más destacable era que, a diferencia del Smart Fortwo, el IQ disponía de asientos traseros, aunque realmente el IQ no era un coche en el que pudieran viajar cuatro adultos. Y es que, la plaza situada tras el asiento del conductor es inutilizable para un adulto porque apenas hay espacio para las piernas. Por su parte, la plaza trasera derecha es mucho más útil. Esto se debe a que el salpicadero es asimétrico y en lugar de una guantera tradicional Toyota ha recurrido a una guantera tipo estuche -y se puede quitar con facilidad-. Esta solución ahorra mucho espacio para las piernas del acompañante delantero, lo que permite que su asiento esté más desplazado hacia delante sin perder apenas confort y dejando más espacio detrás. Por tanto, a pesar de sus cuatro asientos, el Toyota IQ es un coche con tres plazas útiles, lo cual no es moco de pavo para un coche de tres metros de largo.
También destacaba por ofrecer un interior con calidad percibida superior al de otros utilitarios, y también por ofrecer un buen equipamiento desde su versión más básica, donde ya disponías de aire acondicionado, volante y pomo del cambio de marchas de cuero, indicador cambio de marcha recomendada, control de estabilidad, elevalunas eléctricos, radio CD (compatible con MP3, con seis altavoces y conexión USB) volante con mandos de audio, lunas traseras tintadas y retrovisores eléctricos, entre otros elementos.
MOTORIZACIONES DISPONIBLES.
Aquí hay poco que contar. El Toyota IQ estuvo disponible únicamente con dos motorizaciones. La primera con un motor tricilíndrico 1.0 VVTi con 68 CV de potencia, y otra más vitaminada 1.3 VVT-i de 98 CV.
Este segundo motor se trataba en realidad de una variante del de 101 CV que llevan otros modelos de Toyota. Curiosamente, y según pruebas realizadas en la época por la prensa especializada, el motor de 98 CV no destacaba por tener una aceleración acorde con la relación potencia - peso de este vehículo, mencionando incluso que en este apartado las diferencias con el motor de 68 CV eran escasas.
Igualmente, en otros países europeos también se comercializó una versión equipada con el motor diésel 1.4 D-4D de 90 CV, pero esta variante no llegó a comercializarse en España.
LOS MOTIVOS DE SU FRACASO.
Como vemos, el Toyota IQ no carecía de armas para competir contra el Smart Fortwo. ¿Por qué fue entonces un fracaso, y más si lo comparamos con las ventas que tuvo su rival?
En primer lugar, uno de los factores más relevantes podía ser su precio, que era más elevado. El precio de partida para la versión más básica y motor de menor potencia arrancaba en los 13.350 euros. Y por otro lado, a las escasas opciones de motorizaciones disponibles había que añadir también el hecho de que Toyota ofrecía paquetes cerrados de equipamiento para el IQ, por lo que las opciones de personalización eran paupérrimas.
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