SIR VIVAL. UN COCHE CREADO POR Y PARA LA SEGURIDAD DE SUS OCUPANTES


Hoy en día los coches que se fabrican poseen multitud de componentes tecnológicos que mejora la seguridad de sus ocupantes. A mediados del siglo XX la cosa era bien distinta, aunque hubo un hombre que se atrevió a fabricar lo que sería el coche más seguro del momento. Y el resultado final fue más que sorprendente...

Estados Unidos, final de la década de los 50. La Segunda Guerra Mundial ha quedado atrás y el país está sufriendo una explosión de crecimiento que se refleja de forma fiel en el sector del automóvil. Cada vez hay más coches en las calles, y con ello aumenta también el número de víctimas en la carretera. Sin embargo, la preocupación por la seguridad en los coches no es algo que esté latente ni en los fabricantes, ni tampoco en los conductores.

Dicha preocupación no comenzará a aparecer hasta mediados de los 60, sin embargo,  un ingeniero llamado Walter C. Jerome se adelantó a esta preocupación, y con la ayuda de algunos estudiantes a los que impartía clase diseñó lo que sería el vehículo más seguro del mundo. El resultado final fue el Sir Vival, un extravagante vehículo presentado en 1958, y que dió mucho de qué hablar...

UN DISEÑO CONCEBIDO POR Y PARA LA SEGURIDAD



Evidentemente, lo primero que llama la atención del Sir Vival es su excéntrica carrocería que rompía con lo visto hasta el momento, lo cual tenía una explicación lógica, y es que este vehiculo fue concebido desde sus primeros trazos con el principal objetivo de proteger la vida de sus ocupantes.

Tomando como bases un Hudson del 47 y un Nash de 1948, la primera idea que tuvo Jerome fue la de dividir la carrocería en dos secciones independientes y articuladas entre sí. En la sección anteior se alojaría el motor del vehículo, mientras que la posterior sería la que sirviese de habitáculo para los pasajeros. La idea es que gracias al separar ambos elementos se minizaría el impacto para los pasajeros en caso de accidente frontal, ya que la sección anteior sería la que absoviese toda la fuerza del impacto.

Sin embargo, esta articulación no fue la única solución que pretendía minimizar las fuerzas ocasionada por un impacto, ya que mientras que lo habitual era recurrir a paragolpes metálicos, el Sir Vival tenía todo su contorno protegido por un paragolpes de goma relleno de aire, lo que particularmente me recuerda mucho a los coches de choques de las ferias.

LA IMPORTANCIA DE VER, Y SER VISTO


Para Jerome, la seguridad no sólo se basaba en la protección de los ocupantes en caso de accidente, sino también en la importancia de evitar en la mayoría de lo posible estos impactos. Un aspecto básico en este tema era el de la iluminación, y más en una época en las que las carreteras sin sistemas lumínicos eran abundantes.

Con la finalidad de mejorar la iluminación de los faros en las curvas, Jerome tuvo una ingeniosa idea; y es que, al contrario de lo que pueda parecer por las imágenes, hay que destacar que las ruedas delanteras no giraban, sino que lo hacía toda la articulación. De esta forma, los dos faros también acompañaban el movimiento del coche en las curvas, ofreciendo así una iluminación constante hacía donde se quiere ir. Y para mejorar este sistema, se añadió una tercera luz sobre la articulación posterior (justamente debajo del puesto de conducción) que siempre apuntaba al frente, ofreciendo así una iluminación sobresaliente en línea recta.

Pero Jerome no sólo tenía en mente ofrecer una buena iluminación al conductor, sino también el ser visto por los otros conductores, así que no dudó en dotar al coche de luces laterales.

LA PROTECCIÓN DE LOS OCUPANTES, UNA PRIORIDAD


Y vamos ahora con lo más singular de este extraño coche, que es la curiosa forma que tenía de proteger a sus ocupantes. En primer lugar, no podemos dejar pasar por alto el particular puesto de condución; estaba colocado justo en el centro del coche, pero en una posición más elevada que la del resto de los ocupantes, por lo que el conductor veía la carrretera gracias a una torreta acristalada con un parabrisas diseñado para que no se produjesen distorsiones en la visión, y que a través de unos espejos, permitía al conductor tener un ángulo de visión de casi 360 grados.

¿Y por qué este peculiar puesto de conducción? Pues básicamente por dos motivos. El primero, el proporcionar al conductor un lugar más alto, lo cual le permitía controlar mejor lo que ocurría en la carretera gracias a una mayor visibilidad, y la segunda, aislar al conductor del resto de pasajeros para que éste no se distrajera (algo que en más de una vez yo he echado de menos cuando conduzco)


El problema de este sistema es que la forma circular del parabrisas hacía inviable usar los típlicos limpiaparabrisas, por lo que para solucionar el contratiempo Jerome tuvo que idear un curioso sistema: hacer rotar el cristal para que éste pasase por unos bordes de felpa situados a los lados. Además, con tanto cristal era fácil que el interior subiese rápido de temperatura, por lo que en la parte superior de la torreta se ubicó una entrada de aire de generosas dimensiones.

Si el puesto de conducción era singular, no menos fueron las plazas de los pasajeros. Para acceder a ellas había un par de puertas correderas a ambos lados del coche, y una vez accedían al interior se podía comprobar como el habitáculo no sólamente estaba acolchado de arriba a abajo, sino que la estructura se encontraba reforzada con tubos de acero que hacían de jaula en caso de vuelco. Y como no, los asientos tenían cinturones de seguridad, algo que por entonces muy pocos modelos de la época ofrecían.

SU INTENTO DE COMERCIALIZACIÓN


Una vez terminado el vehículo, el siguiente objetivo de Jerome fue el de encontrar inversores interesados en llevar a cabo la comercialización del Sir Vival. La mejor forma era la de darse a conocer, por lo que el coche fue expuesto en varios eventos del motor de gran importancia, como la de Nueva York en 1964, además de salir en reportajes de publicaciones de gran peso editorial. 

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos de difusión realizados, los inversores no aparecieron. Por entonces, para los fabricantes americanos el tema de la seguridad estaba por debajo de un segundo plano, y no se veía como un factor que sirviera para atraer clientes. 

De modo que el Sir Vival quedó reducido a una única unidad que acabó comprando Donald J. Moore, propietario de un negocio de compra-venta de coches clásicos que posee un museo particular. 


Comentarios

  1. Realmente pintoresco, había visto imágenes de este sorprendente artefacto pero no conocía su historia.

    Lo mas chulo de Sir Vival me parece su puesto de conducción pero me echa para atrás el hecho de que sea un vehículo articulado, aparcarlo en linea debía ser toda una odisea y conducirlo en linea recta también debía emocionante.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pue sí. Conducirlo debía ser algo único, tanto por el singular puesto como por el extraño comportamiento que debía ofrecer sobre el asfalto. Pero lo que más curiosidad me despierta es cómo debía ser la dirección para mover todo ese bloque delantero.

      Un saludo ;)

      Eliminar

Publicar un comentario