Como otras tardes anteriores, me encuentro sentado en un banco del parque mientras mi hijo se divierte jugando con sus amigos. Es el momento ideal para leer durante un rato un buen libro, aunque a principios de mes mi lectura abandona los libros para centrarse en el último número de mis dos revistas de coches favoritas.
Mi hijo se acerca para coger su álbum de cromos de la liga de fútbol e intercambiar estampas con sus amigos cuando uno de ellos me pregunta qué estoy leyendo. Seguidamente le enseño la revista de coches, pasando olímpicamente y centrándose de nuevo en intercambiar sus cromos de futbolístas.
Me pongo a reflexionar sobre lo sucedido y me vienen a la mente aquellos maravillosos años en los que yo también coleccionaba e intercambiaba cromos con mis amigos. Sin embargo, estos cromos no eran de fútbol, sino de coches. Me acuerdo perfectamente que la imagen del vehículo siempre venía acompañada de sus características, como el tipo de motor, aceleración, velocidad máxima, consumos, etc.
Que tiempos… En aquella época era extraño no encontrarte a un niño al que no le gustasen los coches, y ahora es precisamente todo lo contrario, lo cual me hace pensar. ¿Será posible que ahora los coches no levanten la misma pasión en los niños como décadas atrás? ¿Qué factores han propiciado este total desinterés infantil por los coches? ¿Es que ya no existe cultura automovilistica?
LA CULTURA POR EL AUTOMÓVIL EN ESPAÑA
De modo que para satisfacer mi curiosidad, me dirijo hacía ese libro cuyas sagradas escrituras siempre me dan la respuesta cuando a lo largo de mi vida me surgen dudas o temores, y que no debe faltar en cualquier hogar: el diccionario. Seguidamente busco el término “cultura” y entre varias definiciones me llama la atención la siguiente.
Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
De esta definición, lo que más me llamó la atención es que la cultura está relacionada con el modo de vida y la costumbre. Nos encontramos aquí con el primer handicap en lo que cultura automovilística se refiere, porque a contrario de lo que ocurre en otros países, no podemos decir la historia del automóvil español sea tan rica como la de otros países, por mucho que hayamos hecho nuestros pinitos gracias a fabricantes como Hispano Suiza, Pegaso, o Barreiros; es más, nuestro modelo más mítico de la historia el SEAT 600, no era sino la copia de un coche italiano.
Vale, si hay algo que a una sociedad no le puedes quitar es su tradición, sobre todo en España. Pero tras reflexionar llego a la conclusión que, aunque importante, carecer de una historia importante ligada al mundo del automóvil no es un factor determinante. Así que para poder seguir hallando respuestas, procuro hacer un ejercicio retrospectivo desde un punto de vista antropológico y social con el fin de comparar qué significaba el coche hace décadas y qué significa ahora para cualquier ciudadano de a pie.
Se puede decir que hoy en día todo el mundo tiene coche, incluso lo más natural es que en una familia haya dos vehículos. Antaño no era así. Aunque el coche sigue siendo un modo de representar cierto estatus económico, hay que reconocer que no es lo mismo tener un vehículo de gama media y ver con cierto recelo el coche premium de tu vecino, que no tener vehículo propio y ver como tu vecino si tiene uno, por muy viejo y estropeado que esté.
Y esto lo acabarás comprobando cuando seas un anciano, eches la vista atrás, y recuerdes con un cariño especial a ese primer coche destartalado que, nada más sacarte el carné de conducir, compraste con esas cuatro perras que tanto sudor te costó ahorrar, o que heredaste de un familiar que lo tenía medio abandonado.
No hay duda, hace décadas el coche era un bien muchísimo más preciado que ahora; éramos como la criatura Gollum atontados con nuestro tesoro. Buena prueba de ello lo constituyen los anuncios de hace dos o tres décadas,
donde constantemente se remitía a la velocidad, la sensación de
libertad, y la pasión para vender el producto.
LOS COCHES SON, CADA DÍA, MENOS COCHES.
Desconozco si será a causa de que cada vez me hago más viejo o porque siempre he sido una persona bastante tecnófoba, pero cuando veo esos coches cargados de sistemas de infoentretenimiento, conexión a internet, sistemas que aparcan o frenan por ti, o asientos que te dan un masaje mientras conduces, cada vez tengo más impresión de estar viendo cualquier cosa menos un coche. En serio, no se tú, pero a mi me pones un asiento con masaje y conexión a internet, y lo que más me apetece es tomarme una cerveza mientras navego por la red en vez de conducir.
Y como he mencionado antes, los anuncios de antes nada tienen que ver con los actuales. Ahora tenemos esas campañas publicitarias cuyo epicentro no es el propio coche, sino los sistemas de infoentretenimiento con los que están equipados que aseguran a su conductor que no sufrirá un ataque de ansiedad por tener que estar desconectado del mundo virtual debido a que tiene que soportar el incordio de conducir para trasladarse.
De modo que si comparamos la publicidad de hace décadas con la actual, vemos como existe una eminente pérdida del sentimiento pasional a la hora de vender el producto, símbolo de que ahora comprar un coche es más bien una necesidad de la que no podemos prescindir que un “capricho” que además de sernos útil en el día a día, nos arranque una sonrisa cada vez que lo vemos aparcado en el garaje de nuestra casa.
LA PASIÓN DE MANTENER A TU JUGUETE CON RUEDAS.
Después tenemos también el crudo asunto de la economía. Nadie duda que mantener hoy en día un coche es sinónimo de dejarte bastante dinero en ello: el precio del propio vehículo, del combustible, el seguro, el impuesto de circulación, las revisiones, los parkímetros y los gorrillas que proliferan como Gremlins por la ciudad, la ITV… y reza para no sufrir ninguna avería o accidente de importancia.
Mantener un coche puede someter a nuestra cartera a una dura dieta de adelgazamiento, de modo que conservar un coche por mero gusto, afición, o amor a dicho modelo ya puede considerarse casi un privilegio, aunque se dice que la felicidad no tiene precio, y a los que nos gusta este mundo sabemos que después de tener el día más horrible del mundo no hay nada que nos relaje más que conducir nuestro amado capricho durante un rato para entrar de nuevo en casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Lo malo, es que los coches modernos tampoco invitan a ello debido a que sus mecánicas son cada vez más complicadas y su dotación tecnológica mayor, lo que repercute como no puede ser de otra manera, en su precio. Antes
podías hacer reparaciones y labores de mantenimiento teniendo nociones
de mecánica medias y un taller decente montado en el garaje de tu casa,
mientras que ahora te ves obligado a acudir a un taller para poder
cambiar una simple bombilla de un faro. Se pierde así el vínculo de
amor-odio que, como el matrimonio, es necesario para que una relación
perdure.
Qué leches, si incluso se ha perdido el ritual de dedicarle a tu vehículo un par de horas los domingos por la mañana para, simplemente lavarlo a mano y que luzca reluciente. En su lugar, para no ser multados, tenemos que ir a una gasolinera o centro de lavado para gastarnos más dinero aspirando nuestro vehículo contrarreloj y para que un túnel de lavado nos lo deje a medio limpio.
Dinero, dinero, dinero... Es que los jóvenes de ahora tampoco lo tienen fácil, y aspiraciones clásicas como encontrar un trabajo estable, comprar una vivienda, tu coche, y poder formar una familia parecían sueños alcanzables con esfuerzo y dedicación. Ahora para muchos es, incluso, una quimera debido a los precios desorbitados y la tristemente cada vez más normalizada precariedad laboral ¿Cómo demonios van a aspirar a tener un coche?
Y ante esto, los fabricantes, que no son tontos y lo que quieren es ganar dinero, han descubierto que hacerlo no tiene que ser sinónimo de vender. Seguro que ya estás familiarizado con términos como Renting, Leasing, o incluso suscripción; alternativas para "disfrutar" de un vehículo por un determinado tiempo, pero que nunca será de tu propiedad, rompiéndose así el pilar básico para dar el primer paso en esa relación vehículo-dueño, sentir que es tuyo.
TAL VEZ NO ESTÉ TODO PERDIDO...
Sin embargo, después de todas estas reflexiones, hay algo que no me termina de encajar. Paradójicamente, vivimos en una era en donde tener acceso a la información relacionada con el motor es más fácil que nunca. Antes, si querías estar informado sobre la novedades del motor, eventos, lanzamientos, presentaciones, etc, tenías que echar mano de las revistas especializadas, y poco más.
Afortunadamente, hoy en día las revistas siguen existiendo (aunque en calidad y cantidad de contenido distan que desear respecto a las de antaño) pero podemos decir incluso que ya no es necesario ir a comprar un ejemplar cada semana o mes para estar al tanto de todo. El número de páginas web dedicadas al mundo del motor son numerosas, existen canales de YouTube especializados, multitud de grupos o comunidades en las redes sociales, e incluso canales de televisión.
Pero a pesar de todo ello, sigo
con la extraña sensación de que la cultura automovilística de antes se
ha perdido, aunque no creo que haya muerto, sino que más bien se ha transformado, o incluso evolucionado, tal y como hacen los coches. ¿Es esto algo malo? Pues no sé qué decirte...
Tal vez, el secreto esté en aceptar que, aunque podamos pensar que
cualquier tiempo pasado fue mejor, los coches de ahora, y los coches
que vendrán, también tendrán su encanto, y admitir que al igual que la
cultura y el arte han evolucionado a lo largo de los siglos, la cultura y pasión por el automóvil también evoluciona. Porque no olvidemos: el automovilismo es una de las corrientes culturales y sociales más importantes de la historia contemporánea.
Comentarios
Publicar un comentario