Pyotr Petrovich Shilovsky fue un aristócrata ruso de principios del siglo XX interesado en el mundo de la ingeniería y que estaba “un pelín” obsesionado con todo lo que rodeaba al mundo de los giroscopios. Shilovsky creía firmemente que los giroscopios tenían mucho futuro en el campo de los transportes, por eso no se lo pensó dos veces y en 1912, durante uno de sus habituales viajes a Reino Unido, propuso a la marca Wolseley la construcción de un vehículo con el efecto giroscópico como principal cualidad.
Finalmente convenció al fabricante británico, y un par de años después, concretamente el 28 de abril de 1914 se presentaba al público el Shylovski Gyrocar, un extravagante automóvil de dos ruedas que se sostenía por sí mismo, y que encima ofrecía espacio para seis ocupantes distribuidos en tres filas de asientos, ubicando entre la primera y la segunda fila el mecanismo giroscópico.
Finalmente convenció al fabricante británico, y un par de años después, concretamente el 28 de abril de 1914 se presentaba al público el Shylovski Gyrocar, un extravagante automóvil de dos ruedas que se sostenía por sí mismo, y que encima ofrecía espacio para seis ocupantes distribuidos en tres filas de asientos, ubicando entre la primera y la segunda fila el mecanismo giroscópico.
La propulsión se confiaba a un motor Wolseley-Vickers de cuatro cilindros y 3,1 litros con una potencia de 20 CV que se entregaba a la rueda trasera. Sin embargo, más del 10% de esa potencia se destinaba a alimentar la dinamo y el motor eléctrico que mantenían girando el enorme giroscopio del Gyrocar a una velocidad de entre 2.000 y 3.000 rpm, por lo que si la velocidad de giro era inferior el coche podía desestabilizarse. Por eso, cuando la rotación del giroscopio caía por debajo del umbral mínimo dos pequeñas ruedas laterales bajaban automáticamente para sostener el coche en vertical.
La presentación fue todo un éxito, y todo parecía ir sobre ruedas para dar el paso hacía la producción del vehículo, es más, durante las siguientes semanas su creador paseaba orgulloso con su vehículo por las calles de Londres. Pero con el estallido de la 1ª Guerra Mundial, Wolseley se vio obligada a centrar toda su producción en la fabricación de maquinaria de guerra.
EL GYROCAR ES ENTERRADO
EL GYROCAR ES ENTERRADO
Con el paso de los años los propietarios de Wolseley se plantearon qué hacer con el Gyrocar porque el enorme y oxidado vehículo ocupaba un gran espacio en la factoría. Convertirlo en chatarra no era una opción porque por su tamaño y peso supondría un esfuerzo innecesario, así que en 1933 tomaron una decisión sorprendente: cavaron un gigantesco hoyo y enterraron el coche.
Cinco años después se decidió recuperar el Gyrocar con la intención de exponerlo en el museo de la marca junto a otros de sus modelos históricos, y aunque los daños que sufría eran considerables finalmente el automóvil pudo ser expuesto en el museo de Wolseley.
Pero desafortunadamente esta historia no tiene final feliz como parece, ya que inexplicablemente el Schilovski Gyrocar fue destruido en 1948 para ser convertido definitivamente en chatarra…
Parece una manera muy sofisticada la complicarse la vida. Lo que más me ha llamado la atención es el sistema de ruedines, que a su vez se preveía muy esencial para este mamotreto de dos ruedas.
ResponderEliminarSaludos!
¡Lo mismo pensaba yo! Lo he llegado a considerar incluso como el coche más absurdo jamás creado, pero creo que ahí ya me pasaba, jejeje.
EliminarSaludos ;)
Conocía el mecanismo giroscópico a raíz de una entrada sobre Alex Tremulis, quien a mediados de los 50 propuso este original mecanismo en su Ford Gyron, sobre el papel mejoraba la superficie frontal, mejoraba la aerodinámica y por tanto disminuía el consumo, el proyecto fue desestimado. Pero desconocía que este mecanismo tenia un precursor y nada menos que databa de 1912.
ResponderEliminarGracias por descubrirnos estos autos locos, jeje.
Me suena el coche que dices, si no me equivoco creo que en los 50 (y no sé si también en los 60) se hicieron algunos concepts basándose en este concepto. Y sí, muchas veces uno se sorprende cuando indaga sobre los orígenes de una tecnología; me acuerdo que me quedé de piedra cuando supe que en el siglo XIX ya había coches eléctricos.
EliminarSaludos ;)