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RELATO CORTO: EL FANTASMA DE LA MONTAÑA (2ª parte)

Tras la publicación de la primera parte de este relato corto de acción y misterio con el mundo del motor de trasfondo, a continuación te dejo con el desenlace del mismo. Una historia dedicada a los amantes del motor y la literatura.
 
EL FANTASMA DE LA MONTAÑA (2ª parte)





Evidentemente no estaba interesado en lo más mínimo en competir contra este coche que había salidode la nada, así que encendí las luces de emergencia y me eché a un lado para facilitarle el paso. Sin embargo, lejos de adelantarme, el extraño vehículo se puso a mi rebufo y no vaciló en darme un pequeño golpe en el parachoques trasero. 
 
              - ¿Pero qué cojones…? ¡Será cabrón! – grité con rabia mientras apretaba el claxon como si la vida me fuera en ello -. ¡Muy bien! ¡Si quieres jugar, jugaremos! -. Clavé el pie en el acelerador y el misterioso coche comenzó a seguirme sin apenas distanciarse de mí. Estaba claro que debía ser un coche muy potente, pero más desconcertante aún era el ruido de su motor. Era un ruido extraño, algo que no había escuchado en mi vida, tanto que no se parecía a nada que resultase familiar; más que un motor parecía un aullido de desesperación que producía en mi interior un escalofrío indescriptible. ¿De qué coche se trataba? ¿Qué tipo de modificación le habían hecho para que sonase de aquella manera tan terrorífica? No podía saberlo, las luces que proyectaban eran tan cegadoras que ya resultaba complicado, si quiera, distinguir su silueta. Daba igual, había que centrarse en la carretera. Jamás había competido contra otro coche porque no era algo que me llamara especialmente la atención, pero dadas las circunstancias estaba dispuesto a aceptar el reto y demostrar de qué pasta estaba hecho. 
 
Me aproximaba a una curva de derechas de unos noventa grados. Era una curva de trayectoria larga, pero con trampa, ya que la entrada era bastante abierta, sin embargo su trazada se cerraba y el carril se estrechaba conforme la abordabas, de modo que si entrabas demasiado al límite podías acabar mal. Me aproximo a la curva, freno y reduzco hasta segunda, un ligero zig-zag de izquierda y derecha con el volante para ponerlo de lado, hago contravolante y piso a fondo. El coche se desliza muy suavemente hasta que de nuevo siento que mi perseguidor impacta contra la trasera de mi Evo… ¡Noooo! ¡El coche comenzaba a sobrevirar demasiado y la parte posterior se iba hacía el exterior de la curva! Seguidamente noté como la trasera izquierda del  impactaba contra el quitamiedos y toda la inercia del impacto provocó que ahora el morro se me fuera al lado contrario, pero afortunadamente pude corregir el inevitable trompo y estabilizar la trayectoria del coche. 
 
No podía creer lo que había pasado… En mi vida había sentido una experiencia tan aterradora. Tuve suerte de que estuviera ahí ese quitamiedos, de lo contrario hubiera salido despeñado por el barranco. Comencé a recuperar la respiración mientras sentía que mi corazón luchaba por salir de mi pecho cuando comprendí que lo que había ocurrido no había sido un accidente; que aquel tipo había tratado de echarme de la carretera a propósito, y que esta no sería una carrera por ver quién es el más rápido, sino una carrera por mi vida.
 
De nuevo el odioso sonido de ese extraño motor me hizo volver a la realidad. Otra vez lo tenía pegado a mi rebufo. Me aproximaba a la zona más rápida del recorrido, aproximadamente un kilómetro y medio de pequeñas curvas entrelazadas que formaban un slalom que podrían pasarse a una velocidad elevada si se conseguía mantener la trazada correcta. No lo dudé, si quería dejar atrás a esa pesadilla sobre ruedas tenía que realizar ese tramo yendo más allá de los límites del control y jugarme el todo por el todo aprovechando hasta el último milímetro de calzada disponible… Un nuevo suspiro y otra vez pedal del acelerador a fondo. Tercera velocidad… Cuarta… Quinta… Iba a más de 200 km/h mientras luchaba contra el volante para mantener el coche lo más recto posible mientras devoraba una curva tras otra.  Pero no conseguía distanciarme. Es más, aquel coche tomaba las curvas de una forma extraña… No daba indicios de perder ni una pizca de tracción, ni tampoco se balanceaba, es más, parecía que no le afectaban las irregularidades del asfalto. Dios… Era como si ese coche fuese sobre raíles. 
 
Era una pesadilla… Había pasado el slalom de curvas a una velocidad que iba más allá de los límites que había imaginado y aquel vehículo seguía detrás de mí como si nada. ¡Y de nuevo ese aullido! ¡Los tímpanos mi iban a reventar! Tenía que luchar contra esa cacofonía demoníaca y concentrarme en lo que me esperaba a continuación; la curva más complicada de la montaña. Una curva larga de izquierdas que enlazaba con otra de derechas muy cerrada. Pero estas dos curvas no eran lo más preocupante, lo peor es que mi enemigo trataría de nuevo de aprovechar mi frenada para sacarme de la vía. ¿Qué podía hacer? Necesitaba una estrategia.
 
¡Ya lo tenía! Si quería evitar ser embestido de nuevo tendría que engañar a mi oponente para que me adelantase al tomar la primera curva y posteriormente tratar de adelantarlo en la segunda. Inmediatamente pegué mi vehículo en el lado derecho de la calzada, y tal como esperaba mi perseguidor hizo lo mismo… 300 metros para la curva… Tratando de no perder el control cambio bruscamente de carril, y cuando mi rival hace lo mismo vuelvo al carril derecho y freno con toda la fuerza que me ofrecen mis Brembo. Mi inesperada y temprana frenada ha funcionado, y el demoníaco vehículo me adelanta por mi izquierda, siendo entonces cuando entré en un estado de auténtico terror… ¡Mi perseguidor era un coche de policía, un simple coche de policía! Sin tiempo para asimilar lo que estaban viendo mis ojos el coche de policía se detuvo en seco… ¡Imposible! ¡Ningún coche de este mundo tiene la capacidad frenar así! Lo que ya era extraño de por sí se convirtió en inexplicable, y estupefacto ante lo que acababa de ver, no fui consciente de que tenía la curva encima… 
 
Sin tiempo de reacción giro bruscamente el volante para evitar estamparme contra la pared exterior de la curva, sin embargo, me aproximo a la inminente curva de derechas con el coche totalmente de lado y fuera de trazada… Un rápido giro de volante a tope hacía la derecha y tiro del freno de mano con toda mi alma. Contravolante hacía la izquierda y acelero a tope… Voy por el exterior de la curva y mis ruedas traseras luchan desde la cuneta por volver al asfalto. En un segundo contemplo toda mi vida pasando delante de mí… ¡No lo conseguiré! 
 
Cierro fuertemente los ojos esperando lo inevitable y siento como los neumáticos traseros vuelven al asfalto, los vuelvo a abrir y estabilizo el coche… Exhalo una gran bocanada de aire y vuelvo a respirar intensamente mientras retiro el sudor de mi frente. Nunca había estado tan cerca de la muerte, pero por fin todo había acabado… Sólo quedaban 500 metros de recta para llegar al final del descenso; 500 metros que contemplaba con esperanza, pero que fue de nuevo interrumpida por el aullido de ese motor de ultratumba.

             - ¡No, otra vez no! – grité desesperadamente. - ¡Déjame en paz! – Sin tener a penas tiempo de reacción, el fantasmagórico vehículo policial se puso justo a mi derecha y comenzó a golpear el lateral de mi coche en un nuevo intento de sacarme de la calzada. - ¡Muy bien hijo de puta, si quieres guerra tendrás guerra! – vociferé desgañitándome la garganta. Sin vacilar comencé a empujar al mi perseguidor, y ambos entramos en una lucha encarnizada por bien quien era el primero sacar a su rival de la carretera. Nuestros coches devoraban los metros pegados el uno con el otro, hasta que comprendí que mi oponente no intentaba sacarme del asfalto, sino que me estrellase contra un coche que venía en dirección contraria. El coche de policía no me dejaba cambiar de carril, por lo que nada más fui consciente de tal hecho intenté frenar en seco, pero como si estuviesen poseídos, los frenos de mi Evo no respondían. Los faros de aquel inocente vehículo que comenzaba a hacerme ráfagas se convirtieron en los ojos de la muerte, y justo antes de que estuviese a punto de tapar mi rostro con mis brazos para protegerme de lo inevitable me percaté de la existencia de una pequeña escapada de tierra a la izquierda de la carretera. Aquel pequeño tramo de grava se había convertido en mi pasaporte para evitar una muerte segura, de modo que lo invado con determinación y evito la fatal tragedia justo un segundo antes de que fuera a ocurrir. Pero todo no había acabado, la escapada apenas tenía unos metros de longitud y mi Evo se deslizaba sobre la grava. Por fortuna, la tracción integral hizo acto de presencia y consigo devolver a mi coche hacía el amado asfalto. De nuevo tengo a mi pesadilla sobre ruedas situado a mi lado, pero justo antes de atravesar la primera de una serie de farolas que iluminan la calzada dándote la bienvenida al mundo urbano, mi espectral enemigo se detiene otra vez en seco y sus cegadoras luces desaparecen. 
 
Han pasado tres días desde aquella terrorífica noche y todavía no he conseguido dormir más de una hora seguida sin tener algún tipo de pesadilla. Sentado en una silla del pequeño taller que tengo montado en mi casa, abro una Coca-Cola para refrescarme mientras hago un descanso en mi proceso de reparar los daños que ha sufrido mi querido Mitsubishi Lancer Evo IX MR de color rojo. No puedo evitar que mi mente recuerde otra vez lo sucedido en aquella montaña, y cuando elevo la vista sobre mi coche no puedo evitar el pensar que sigo vivo gracias a él. Además cada vez estoy más convencido de que la muerte de aquel policía en la montaña cuando se celebraba una carrera ilegal y mi enfrentamiento con ese misterioso coche eran hechos que estaban relacionados, y que aquel día me enfrenté a algo que no era de este mundo. Seguro que muchos me tomarían por loco si les contase esa historia, pero una cosa tenía clara, jamás volvería a aquella montaña.

FIN

 

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