Hoy toca repasar otro de esos raros vehículos que nos ha dejado la historia del automóvil, y para ello viajamos hasta tierras argentinas para conocer al Aerocar. Y no, al contrario de lo que su nombre pueda parecer, no se trataba de un automóvil que pudiese volar, aunque como podrás conocer a continuación, su peculiaridad máxima es que contaba con una hélice. Pero vamos por partes.
A principios de los años 50, los técnicos Eugenio Grosovich y Gianfranco Bricci diseñaron y construyeron un prototipo de vehículo bastante innovador. Estaba equipado con una carrocería de metal, dos puertas, capacidad para seis ocupantes y un aspecto aerodinámico con cierto toque deportivo para la época.
Tenía una longitud de 4,30 metros y una distancia entre ejes de 2,46 metros, construido sobre un chasis con largueros laterales y unidos por travesaños soldados. Sus creadores habían diseñado también un sistema de suspensión independiente que carecía de amortiguadores: un cilindro constituía el elemento de absorción, compuesto por nueve arandelas de caucho separadas entre sí por ocho discos de acero de un milímetro de espesor.
Sin embargo, su principal innovación, bastante revolucionaria, residía en que, en vez de equipar un sistema de transmisión convencional, llevaba una hélice de avión en la parte trasera, el cual recibía el movimiento de un motor Chevrolet de 6 cilindros y 90 CV, ubicado sobre el eje trasero, a través de una correa trapezoidal.
A principios de los años 50, los técnicos Eugenio Grosovich y Gianfranco Bricci diseñaron y construyeron un prototipo de vehículo bastante innovador. Estaba equipado con una carrocería de metal, dos puertas, capacidad para seis ocupantes y un aspecto aerodinámico con cierto toque deportivo para la época.
Tenía una longitud de 4,30 metros y una distancia entre ejes de 2,46 metros, construido sobre un chasis con largueros laterales y unidos por travesaños soldados. Sus creadores habían diseñado también un sistema de suspensión independiente que carecía de amortiguadores: un cilindro constituía el elemento de absorción, compuesto por nueve arandelas de caucho separadas entre sí por ocho discos de acero de un milímetro de espesor.
Sin embargo, su principal innovación, bastante revolucionaria, residía en que, en vez de equipar un sistema de transmisión convencional, llevaba una hélice de avión en la parte trasera, el cual recibía el movimiento de un motor Chevrolet de 6 cilindros y 90 CV, ubicado sobre el eje trasero, a través de una correa trapezoidal.
Este novedoso sistema, eliminaba la necesidad de contar con la caja de velocidades, el eje de transmisión y el diferencial, reduciendo así su peso de forma considerable, ya que no superaba los 1.000 kilogramos. Y por otro lado, también lo convertía en un automóvil sencillo de conducir, ya que el conductor solamente tenía que preocuparse de acelerar y frenar, como si de un coche automático se tratase.
SU APOYO PUBLICITARIO E INSTITUCIONAL.
Si bien hemos visto en las historias de otras creaciones que éstas no pudieron llevarse a producción por falta de apoyos, financiación, o publicidad, lo cierto es que al Aerocar le ocurrió todo lo contrario.
Por un lado, su aparición en número de octubre de 1955 de la revista Mechanix Ilustrated (prestigioso medio nacido en 1928, que se editó hasta 2001, era una guía de ayuda para construcciones caseras) bajo el artículo titulado "Car with prop", donde se exponía que era capaz de alcanzar los 160 km/h, y que se estaba considerando su producción masiva en los Estados Unidos, ayudó a que el Aerocar fuese conocido.
Y por otra parte, el proyecto del Aerocar se vio favorecido por aquel contexto de expansión industrial, impulsada por el gobierno del General Juan Domingo Perón, por lo que también tuvo su empujón publicitario en los medios nacionales.
Por un lado, su aparición en número de octubre de 1955 de la revista Mechanix Ilustrated (prestigioso medio nacido en 1928, que se editó hasta 2001, era una guía de ayuda para construcciones caseras) bajo el artículo titulado "Car with prop", donde se exponía que era capaz de alcanzar los 160 km/h, y que se estaba considerando su producción masiva en los Estados Unidos, ayudó a que el Aerocar fuese conocido.
Y por otra parte, el proyecto del Aerocar se vio favorecido por aquel contexto de expansión industrial, impulsada por el gobierno del General Juan Domingo Perón, por lo que también tuvo su empujón publicitario en los medios nacionales.
Además, la intención de “producción masiva en los Estados Unidos", de la que hablaba la revista norteamericana, estaba apuntalada por una insinuación de Chrysler por comprar la patente del Aerocar.
Realmente, lo que buscaba el gigante de Detroit no era más que una práctica frecuente en la industria: hacerse de los planos en caso de que el proyecto prosperase y tener el control sobre constructores más pequeños. Por supuesto, la operación no llegó a concretarse porque el prototipo argentino empezó a evidenciar carencias evidentes... y peligrosas.
SU PRESENTACIÓN Y TRÁGICO DESTINO FINAL.
Gracias al impulso oficial, el Aerocar llegó a presentarse en las calles de la Ciudad de Buenos Aires como modelo experimental. Sin embargo, su principal novedad y motivo de revuelo (nunca mejor dicho) fue su tendón de Aquiles.
Por un lado, la hélice fundida en aluminio y magnesio, carecía de protección, lo que unido a su diámetro de 1,75 metros, la convertía en un peligro para cualquiera que se acercara cuando estaba en marcha. Y para colmo, cuando esta se accionaba cualquier sombrero que estuviese cercano salía volando, y cualquier falda que estuviese alrededor se elevaba para dejar al aire las enaguas de las damas.
Por un lado, la hélice fundida en aluminio y magnesio, carecía de protección, lo que unido a su diámetro de 1,75 metros, la convertía en un peligro para cualquiera que se acercara cuando estaba en marcha. Y para colmo, cuando esta se accionaba cualquier sombrero que estuviese cercano salía volando, y cualquier falda que estuviese alrededor se elevaba para dejar al aire las enaguas de las damas.
Para tratar de solucionar este problema se suprimió una de las palas de la hélice, pero a pesar de ello seguía teniendo el mismo diámetro, y se instaló una protección. Pero ello afectó enormemente al rendimiento del vehículo, ya que si inicialmente su velocidad máxima se estipuló en los 160 km/h, ahora apenas llegaba a los 100 km/h.
En definitiva, el Aerocar se convirtió en un automóvil lento y peligroso, y el sueño de sus dos creadores solamente duró dos años. Porque en el año 1955 se le retiró la subvención, ya sin hélice y sin viabilidad alguna de producción. Su destino como chatarra estaba sellado.
En definitiva, el Aerocar se convirtió en un automóvil lento y peligroso, y el sueño de sus dos creadores solamente duró dos años. Porque en el año 1955 se le retiró la subvención, ya sin hélice y sin viabilidad alguna de producción. Su destino como chatarra estaba sellado.
Salvando las distancias me recuerda al caso del F1 de Gordon Murray "el coche aspiradora" también con un ventilador trasero, aunque en este caso para succionar en vez de impulsar,
ResponderEliminarUn saludo!
Es verdad, me acuerdo de ese monoplaza. Lo cierto es que el tema "ventiladores" ha dejado alguna que otra perlita en la historia del automóvil.
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